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Varios países que están tratando de contener una segunda ola de COVID-19 están recurriendo a pruebas más rápidas y baratas pero menos precisas para evitar las demoras y la escasez que han complicado las labores de diagnóstico y seguimiento de los infectados.
El Instituto Robert Koch (RKI) de Alemania recomienda ahora pruebas de antígenos para complementar las pruebas moleculares de PCR, que se han convertido en el estándar para evaluar las infecciones activas pero que también han sufrido situaciones de escasez, ya que la pandemia ha desbordado la capacidad de los laboratorios que procesan los resultados y los fabricantes.
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Aunque ambos tipos de test tienen por objeto detectar las infecciones activas, las pruebas de PCR detectan el material genético del virus, mientras que las pruebas de antígenos detectan las proteínas de la superficie del virus. Otro tipo de prueba, la que busca los anticuerpos que el cuerpo produce en respuesta a una infección, puede ayudar a saber si alguien ha tenido COVID-19 en el pasado.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) informó de más de 2 millones de nuevos casos la semana pasada, lo que eleva el total mundial a 37 millones, con más de 1 millón de muertes por COVID-19.
“Estas pruebas en los puntos de atención podrían marcar una gran diferencia”, dijo Gerard Krause, director del departamento de epidemiología del Centro Helmholtz de Investigación de Infecciones de Alemania.
Las pruebas de antígenos ya han cobrado fuerza en la industria turística. La aerolínea italiana Alitalia ofrece vuelos Roma-Milán exclusivamente para pasajeros con pruebas negativas y la alemana Lufthansa ha anunciado planes para realizar pruebas similares.
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Sin embargo, la gran escala de la pandemia ha puesto a prueba la capacidad de los países para someter a pruebas a todos sus ciudadanos, lo que dificulta el seguimiento exhaustivo de las complejas rutas de la infección y la prevención de su resurgimiento.
Reuters