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La manipulación genética para perfeccionar la especie humana e incluso para llegar a una nueva “superior” -por la que aboga el “transhumanismo”- aumentará las diferencias sociales, asegura a Efe Daniel Soutullo, catedrático, ensayista y experto en Bioética.
Este tipo de ingeniería genética “resultaría escandalosa hace 25 años, pero ahora cada vez tiene más defensores”: “se está poniendo de moda, sobre todo en internet, pero también entre personalidades del mundo de la ciencia, la bioética o la filosofía”.
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Soutullo, autor de numerosos libros sobre las implicaciones sociales de la Biología y las aplicaciones biotecnológicas en los seres humanos, se muestra “muy crítico” con una corriente que, según sus seguidores, permitirá elegir las características de nuestros hijos, detener el envejecimiento e incluso lograr la inmortalidad.
Para el experto, el problema no está en manipular o trasplantar genes -“no hay nada sagrado en ellos”-, sino “en la finalidad y los beneficios y perjuicios” que ello conlleva, sobre todo cuando se trata de futuros individuos “que aún no han nacido y que, por consiguiente, no pueden dar su consentimiento”.
La manipulación que defiende el “transhumanismo” o “poshumanismo” tiene fines “perfectivos”(mejorar las características del individuo), lo que puede ser considerado “eugenesia positiva”, que es la aplicación de la genética para el perfeccionamiento de la especie humana, evitando la reproducción de los “menos aptos (eugenesia negativa)”.
A su juicio se trata claramente de “una fuente de discriminación”. “Y ya bastante injusta es la sociedad en la que vivimos para que la hagamos más, aunque sus defensores piensen lo contrario”, enfatiza.
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De momento no hay en el horizonte técnicas lo suficientemente seguras para asumir esos postulados. “Pero supongamos que en un futuro sí se puede hacer, ¿quién se beneficiaría? Los que tengan capacidad económica”, explica.
“Algunos defensores dicen que, para evitar la discriminación, deberían tener acceso solo los más desfavorecidos, pero eso es difícil de creer: en una sociedad donde los bienes de todo tipo están en manos de los más poderosos es absurdo pensar que los que menos tienen son los que gozarán de una tecnología genética, por otro lado, carísima, en detrimento de los que más tienen”, explica.
Soutullo considera esos argumentos “ciencia-ficción absurda” y a sus defensores, unos “tramposos” porque “en su relato, las supuestas ventajas, de momento no demostradas, siempre tienen riesgos y costes sociales cero”, lo que no es real.
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Además, “la búsqueda de igualdad de oportunidades se vería perjudicada. Ahora las leyes tratan de corregir las desigualdades, pero esas medidas genéticas harían lo contrario.Además, para que se beneficiaran todos los individuos, todos deberían nacer por fecundación in vitro y eso es impensable”.
Soutullo sí defiende la manipulación genética con fines terapéuticos para eliminar genes causantes de enfermedades, como “la mayoría de la comunidad científica, médica, bioética”.
“Por ejemplo, la selección de embriones mediante diagnóstico preimplantacional para descartar los portadores de enfermedad es legal en muchos países y salvo la Iglesia Católica y grupos ultraconservadores, no conozco a nadie que esté en contra”, explica.