La renovación de los billetes ha sido cuestionada por economistas y opositores, que objetaron el coste que tendrá la impresión de los nuevos papeles
El Gobierno de Argentina anunció el lunes 23 de mayo que renovará con un nuevo diseño la familia de billetes del peso argentino, una de las monedas más depreciadas del mundo y un “instrumento de política económica” al que el presidente Alberto Fernández aseguró que no piensa renunciar.
Los nuevos billetes, que entrarían en circulación recién dentro de seis meses, incorporarán en su diseño las figuras de próceres, heroínas y otras personalidades de la historia argentina, en sustitución de los animales autóctonos que se habían incorporado en 2016.
Así, los nuevos billetes presentarán los rostros de los héroes por la Independencia José de San Martín, Manuel Belgrano, Martín Miguel de Güemes, Juana Azurduy y María Remedios del Valle, y también el de María Eva Duarte de Perón, “Evita”, segunda esposa del tres veces presidente argentino Juan Domingo Perón.
“La moneda es un gran instrumento para que todos los días recordemos quiénes hicieron la patria en que vivimos, quiénes dieron todo por la patria en que vivimos, hombres y mujeres inmensos, trascendentales, que no podemos olvidar”, dijo el presidente argentino, Alberto Fernández, en el acto de presentación de los nuevos billetes.
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Estos, que circularán junto a los actuales, no sumarán ejemplares de mayor denominación a los billetes ya existentes, cuyo máximo valor es de 1.000 pesos (8 dólares).
La renovación de los billetes ha sido cuestionada por economistas y opositores, que objetaron el coste que tendrá la impresión de los nuevos papeles y el hecho de que no se incorporen billetes de mayor denominación ante la fuerte depreciación que ha sufrido el peso argentino en los últimos años.
“La moneda es, por sobre todas las cosas, también un símbolo de soberanía y es un instrumento de política económica a la que nunca vamos a renunciar, a pesar de que algunos muchas veces han querido que renunciemos”, dijo el lunes Fernández, cuyo Gobierno es contrario a la adopción del dólar estadounidense, instrumento de refugio tradicional en Argentina, como moneda del país suramericano.
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El peso convertible reemplazó al austral como moneda de Argentina y comenzó a circular el 1 de enero de 1992 a partir de la ley que en marzo de 1991 había fijado la paridad entre la moneda nacional y el dólar estadounidense, como parte de las medidas impulsadas por el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, para poner fin a la hiperinflación de 1989-1990 y la estrepitosa devaluación.
El peso convertible fue equivalente a un dólar estadounidense durante un década, pero con el correr del tiempo y las recurrentes crisis en el país suramericano se fue depreciando y actualmente no vale ni medio centavo de la moneda norteamericana.
La pérdida de valor del peso obligó con el tiempo al Banco Central a incorporar billetes de mayor denominación: en junio de 2016 entró en circulación el billete de 500 pesos y en diciembre de 2017, el de 1.000, por entonces equivalente a 55 dólares y que hoy solo alcanzan para comprar 4,8 dólares en el mercado informal.
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De acuerdo con el Observatorio de Divisas que publica semanalmente el economista estadounidense Steve Hanke, de la Universidad Johns Hopkins, el peso argentino, con una depreciación del 62,16 % desde inicios de 2020, es la sexta moneda más devaluada del mundo en relación al dólar estadounidense, un ranking que lideran las monedas de Venezuela, Zimbabue, Líbano, Sudán y Siria.
Panorama de la inflación en Argentina
Con una inflación que podría superar el 70% en 2022, los argentinos necesitan para sus compras diarias cada día más billetes, que en algunos casos no caben en los bolsillos, ya que el de mayor denominación vale menos de 10 dólares.
La inflación, sumada al bajo nivel de bancarización que tiene el país, con alrededor del 40% de la economía en la informalidad, ha llevado a que los comercios terminen las jornadas saturados de billetes y deban afrontar un gasto de hasta 2% para hacer depósitos en efectivo en los bancos.
“El billete de 1.000 pesos ya no alcanza para nada. El alquiler de mi casa sale algo más de 50.000 pesos”, dijo Laura, una abogada de 40 años de la ciudad de Buenos Aires.
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“Tengo que cargar con ese fajo enorme de billetes en la cartera, porque no me entra en los bolsillos, con el miedo a que me roben”, añadió.
Los 1.000 pesos representan 8,4 dólares en el mercado oficial de cambio, mientras que equivalen a 4,79 dólares según la cotización de las operaciones en la bolsa.
En México y Perú, el billete de mayor valor equivale a unos 50 dólares, en Brasil a 40 dólares, en Chile y Colombia a 25 dólares y en Paraguay a 15.
Los expertos y el Gobierno coinciden en que el principal problema de Argentina es la inflación, que alcanzó en abril un 58% anual y podría terminar 2022 por encima del 70%.
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“Si la denominación de los billetes queda muy desacoplada de las transacciones promedio de la economía, se genera una cosa muy ineficiente que es lo que pasa en Argentina, que para hacer un pago ridículo tenés que usar una cantidad enorme de billetes”, explicó Camilo Tiscornia, director de C&T Asesores Económicos.
Con 1.000 pesos apenas se puede comprar dos paquetes de papel higiénico de primera calidad o menos de un kilo de carne vacuna en supermercados de Buenos Aires. Un menú infantil de una hamburguesa con papas fritas en una cadena de comida rápida cuesta 940 pesos.
“En Argentina no se sostiene tener un billete de 1.000 pesos. Pero esto se ha manejado políticamente: no quieren dar la sensación de algo que es evidente y es que la inflación les pasó por encima”, dijo Tiscornia, que espera una inflación del 73% en 2022.
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Si bien durante la pandemia del COVID-19 se incrementó el uso de medios electrónicos para las transacciones comerciales, todavía gran parte de las ventas se realizan en efectivo.