Por: Víctor Manuel Salcedo
Representante a la Cámara del Partido de la U
La reforma política, una reforma amañada que buscaba solo favorecer mediáticamente a quienes consideran que el poder es eterno. Primera reforma política no consultada con los partidos, no socializada, no conversada.
Una reforma impuesta, que nunca salió de cuidados intensivos, que en diciembre los villancicos la salvaron sobre la hora, cuando se hundía, inevitablemente, y que las promesas de ajustarla eran con ruegos.
Pues pasó lo que tenía que pasar, el hundimiento de un proyecto de ley, lleno de micos, favorecimientos extraños, el regreso de la puerta giratoria para ser congresista y ministro, levantamiento de inhabilidades para tener la posibilidad de ser elegido en las regionales de octubre, posibilidad de alianza entre grandes partidos debilitando representación de partidos minoritarios.
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Sea esta la oportunidad para el gobierno y sus ministros, de reflexionar sobre las formas en las que buscan tramitar las grandes reformas, sea esta la oportunidad de tomar nota y no repetir los mismos errores con la reforma a la salud, la laboral y la pensional.
El Congreso es la representación de los ciudadanos y de las regiones, el Congreso merece respeto y no la presión indebida para aprobar a como de lugar propuestas que deben ser analizadas y discutidas a profundidad.
Ahora bien, sí es necesario la aprobación de una reforma política, pero no es correcto ni mucho menos acertado pensar que una modificación legal va a eliminar de una vez por todas la corrupción en el ejercicio de la política como se ha intentado vender.
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El cerrar o abrir las listas para candidaturas a cuerpos colegiados, no representa en absoluto la solución definitiva para terminar con prácticas que todos rechazamos. Puede instaurarse en Colombia un régimen parlamentario o perfeccionar el régimen presidencialista que impera en nuestro país, nada de eso es garantía para acabar con las malas prácticas en el ejercicio de la política y en la administración pública.
En lo que sí deberíamos esforzarnos como país es en un compromiso real desde todos los sectores y posiciones de poder, de promover una cultura de transparencia y honestidad, que permita desde la puesta en marcha de acciones conjuntas la construcción de una sociedad regida por la verdad, por el servicio a los demás, la ayuda mutua, el perdón.
Quienes llegaron al poder deben entender para que están allí. Colombia no necesita shows de política cada semana, necesita soluciones prontas, reales, quienes llegaron al poder deben responder a la confianza y la oportunidad que les dio el país para gobernar y no lavarse las manos, ni desconocer la paternidad y autoría de sus ideas e iniciativas cada vez que el país y las mayorías en el Congreso evidencian errores. Respetar la democracia es también aceptar la crítica y reconocer los errores sin revanchismos ni venganzas.