Hay una sensación de vergüenza y decepción experimentada cuando los políticos o el sistema actúan en contravia de la honestidad, de forma corrupta o irresponsable, un efecto que sólo perciben los conscientes de votar mal y su esperanza de tener buenos gobiernos.
La impronta del fracaso está asociada a que nuestros líderes resultan involucrados en escándalos o muestran falta de ética en su comportamiento, aún así, avanzan convencidos, se hacen acompañar de decisiones impulsivas o irracionales, no escuchan a nadie.
El arrepentimiento del ciudadano surge cuando reflexiona sobre acciones pasadas al reconocer que podría ser diferente, ahí radica la importante de prevenir y votar bien, así el sistema impositivo se resista en cada proceso.
Lo propio ocurre con nuestros auto proclamados líderes, muchas veces sin contexto sobre los problemas y sin propuestas concretas, sin valores o desempeño, sin las mínimas ganas de escuchar antes que hablar.
Las personas suelen admirar la integridad, la honestidad, la capacidad de escucha y empatía, el carisma, el liderazgo efectivo, la habilidad para tomar decisiones difíciles y la capacidad de inspirar y motivar a los demás, también olvidan con facilidad y sustentan el abstenerse.
Es simple: promesas incumplidas, falta de representación de los intereses del pueblo y la sensación de que solo buscan su propio beneficio en lugar del bienestar de la sociedad, son discusiones más allá de la ética y la moralidad, son el diario vivir de los incrédulos, esos que son mayoría pero no quieren elegir.
Que no se nos olvide, es la consigna, se vale recordar sin rencor, se vale hacer lo que hay que hacer.
Por FREDDY SERRANO DIAZ
Estratega Político