La dieta mediterránea no solo es ejemplo de alimentación saludable, sino que también ayuda a la estabilidad social sosteniendo las economías de toda la región, indicaron hoy varios expertos reunidos en Roma.
El secretario general del Centro Internacional de Altos Estudios Agronómicos Mediterráneos (CIHEAM), Plácido Plaza, llamó en un seminario a “promover la cooperación para apoyar los sistemas agroalimentarios que son buenos para el Mediterráneo y su historia común”.
Destacó la contribución de ese modelo de dieta a “la economía de la región”, pues permite que los pequeños agricultores puedan vivir de su actividad, aunque para eso necesitan “el reconocimiento de la sociedad”.
Para que esos sistemas alimentarios duren en el tiempo, Plaza reclamó la participación de los actores locales, movilizar medios y priorizar las actividades en la región.
La dieta mediterránea, reconocida desde 2013 como patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad, ha evolucionado durante miles de años y se caracteriza por el consumo de alimentos como el aceite de oliva, las frutas, las verduras y el pescado producidas localmente.
Uno de sus principios consiste en “comer lo que se cultiva”, subrayó la directora de Nutrición de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Anna Lartey, quien añadió que no se trata del beneficio particular de un solo alimento, sino de la suma de todo lo que se ofrece.
En países del sur y del este del Mediterráneo como Túnez o el Líbano se ha estudiado poco ese tipo de dieta, que está perdiendo peso a medida que se han modernizado las economías y la gente vive más en las ciudades, ha reducido su actividad física y ha adoptado hábitos de consumo más occidentales.
La profesora de la Universidad Americana de Beirut Farah Naja explicó que en esos países están intentando reforzar la dieta mediterránea, que todavía es la base para la mayoría de la población.
Las evaluaciones realizadas muestran que en Túnez, importante productor de aceite de oliva, se ha reducido la ingesta de ese alimento debido en parte a los subsidios destinados a otros aceites vegetales, mientras que en el Líbano ha aumentado el consumo de calorías.
Naja detalló que se han centrado en reemplazar los cereales refinados por los granos enteros en el Líbano y en aumentar el consumo de aceite de oliva y reducir el de carnes rojas o procesadas en Túnez. Efe