Abundan la desinformación, la manipulación de votos y la falta de transparencia. Asimismo, hacen presencia el desinterés entre los ciudadanos.
Con la llegada de nuevos procesos electorales, los ciclos se cierran y otros quieren llegar a gobernar. ¿Por qué o para qué? Motivos hay muchos: obtener poder o influencia, servir a su gente, mejorar la vida de otros, dejar un legado o abastecer intereses personales. Hay de todo, y mientras tanto, la confianza entre los más importantes —los electores— se ha fracturado.
Cada elección suele seguir un ciclo regular. Es repetitiva, aun cuando parezca distinta: hay un período de precampaña, otro de campaña, una votación y unos resultados que reflejan un momento. Con el paso del tiempo, las circunstancias cambian.
Por lo general, abundan la desinformación, la manipulación de votos y la falta de transparencia. Asimismo, hacen presencia la monotonía y el desinterés entre los ciudadanos. La ausencia de innovación es constante, y todo el panorama nos involucra en la naturaleza cíclica de las elecciones, que supone la aplicación de estructuras y procedimientos similares en cada periodo determinado.
El reto cada vez es más grande. No hay de otra que mantener la confianza y la participación ciudadana. Nos corresponde mejorar una práctica con militantes de un ejército que no existe, luchadores de una guerra sin armas y proclamados líderes que no han sido capaces, siquiera, de solucionar sus vidas personales.
“La política es como una familia disfuncional: todos se odian, pero nadie se va.”
Un escenario donde muchos discuten creyendo tener la razón. En fin, todos gritan, nadie escucha y, al final, nadie cambia de opinión.
Drama, conflictos y sorpresas inesperadas; disputas inanes; discursos cuyo contenido puede variar entre lo ridículo y lo tormentoso. La poca creatividad hace parte de las dinámicas democráticas que necesitan un poco de genialidad para ayudar a aliviar la tensión.
Vuelven las elecciones. Siempre volverán. ¿Qué de nuevo traerán? Ojalá menos de lo mismo y más de lo que falta… MEJOR DIFERENTE.
Por: Freddy Serrano Díaz
Estratega Político
