La acción de los 1.500 voluntarios de la Cruz Roja que trabajaron llevando a cabo entierros dignos, pero seguros, durante la epidemia de ébola en África occidental evitó que unas 10.000 personas contrajeran el mortal virus, según un estudio presentado hoy.
El documento, solicitado por la Federación Internacional de la Cruz Roja (FICR), usó modelos estadísticos para determinar el impacto de los equipos de entierros dignos pero seguros (SDB, en sus siglas en inglés) durante el brote de ébola que asoló Guinea, Liberia y Sierra Leona de finales de 2013 a 2016, acabó con la vida de 11.000 personas y diezmó los sistemas sanitarios de esos países.
La conclusión es que la acción de los equipos SDB “evitó” que hasta 10.450 personas se contagiaron con el virus del Ébola, lo que significa que la escala de la epidemia se redujo en un 36 %.
La FICR fue responsable de sepultar a 47.000 personas, el 50 por ciento de todos los entierros realizados durante la epidemia de ébola.
En el momento álgido de la epidemia, se estableció el protocolo de que se debía enterrar a todas las personas, hubiera constancia de laboratorio o no de que estuvieran infectadas, para evitar cualquier contagio.
“Los entierros eran al principio el principal foco de transmisión y pronto nos dimos cuenta de que teníamos que atajarlo lo antes posible”, explicó en rueda de prensa Amanda McClellan, experta de la FICR.
Cuando una persona muere, es cuando el virus está no sólo más extendido en el cuerpo, sino que también es más virulento, por lo que los cadáveres son los focos de infección más peligrosos.
En las culturas tradicionales de la región, a los muertos hay que lavarlos y besarlos y quien lo hace está en altísimo riesgo de infección.
Por ello, el principal reto con el que se enfrentaron todos los que querían detener la expansión del virus fue “encontrar el difícil equilibrio entre respetar la tradición y preservar la seguridad, esto fue extremadamente difícil de conseguir”, confesó McClellan.
Los grupos que luchaban contra la enfermedad usaban un equipo protector que aislaba todas las partes del cuerpo y que los hacía parecerse a astronautas.
“Durante las primeras semanas, muchos pueblos rechazaban la entrada de los equipos sanitarios e incluso de los equipos que retiraban los cuerpos argumentando que robábamos órganos de los cadáveres y otras acusaciones falsas. Nuestros equipos, al ser compuestos eminentemente de locales tenían más acceso, pero los retos fueron parecidos”, agregó.
La FICR estudió varias opciones y una de ellas incluyó vestir con los trajes protectores a familiares para que pudieran llevar a cabo sus rituales sin contaminarse o, en algunos casos, no dejarles intervenir, pero sí asistir al entierro.
“Estamos muy orgullosos de poder afirmar que de los 1.500 voluntarios que participaron en los SDB ninguno se infectó ejerciéndolo, por lo tanto no tuvimos ninguna pérdida”, recalcó.
A pesar de que hubo decenas de voluntarios extranjeros que viajaron a África para ayudar, “la inmensa mayoría” eran ciudadanos de los tres países o de la región, como en el caso de Sierra Leona, donde el jefe de los SDB fue un marfileño, informa Efe.
Preguntada McClelland sobre el futuro y la eventualidad de otro brote de ébola en la región, señaló que la Federación ha establecido equipos en todos los países “listos para actuar” y, sobre todo, con el conocimiento y la experiencia necesarios.
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