Condones de vejiga de pez, instrumentos antiguos para la higiene femenina, las primeras píldoras anticonceptivas o herramientas para abortar son algunas de las piezas del “Museo de la Anticoncepción y la Interrupción del embarazo” de Viena, cuyo X aniversario se cumple este año.
“Un museo así es necesario en todo el mundo, es educativo”, dice a Efe el director del centro, el ginecólogo Christian Fiala, quien cifra en 56 millones el número de mujeres que abortaron en el mundo entre 2010 y 2014.
Solamente en Austria, con una población de unos 8,7 millones de personas, abortan cada año 30.000 mujeres, explica el médico, propietario de una clínica abortista en la capital austríaca.
Aunque hay pequeñas exposiciones en EEUU, Alemania o Australia, su museo es el único del mundo dedicado exclusivamente a este tema.
El objetivo de esta institución es informar sobre los diferentes métodos anticonceptivos y concienciar, sobre todo a los más jóvenes, de las consecuencias de un embarazo no deseado.
“Todos deben saber que puede pasar en cualquier momento y que siempre hay que tener cuidado”, advierte Fiala.
El responsable del museo recuerda que en los 35 años de media de vida fértil, una mujer activa sexualmente puede quedar embarazada hasta 15 veces si no usa anticonceptivos.
“No se puede obligar a las mujeres a tener hijos. Es un concepto de la Edad Media que no puede mantenerse”, denuncia.
La mayoría de las personas, añade, quiere tener hijos y desea lo mejor para ellos, pero hay veces en las que no se dan las condiciones apropiadas para ello, por lo que “la mujer tiene que poder elegir libremente si quiere abortar”.
Los adolescentes visitan el museo a partir de los 14 años y, en general, vienen con amigos o profesores, ya que no es un lugar “para venir acompañados por los padres”, afirma su director.
Unas 6.000 personas visitan cada año las dos salas del pequeño museo, en las que se exponen cientos de objetos.
En una de las salas, los visitantes pueden descubrir condones de varios materiales, desde vejiga de pez, tripas de animales o los modernos de látex.
También se exponen peras de goma usadas para lavar los genitales femeninos, dispositivos intrauterinos (DIU) o ejemplos de píldoras anticonceptivas, un método de control de natalidad revolucionario.
Sin embargo, lo que más suele sorprender al público son las largas agujas, las tijeras y las jeringuillas que se utilizaban en el pasado para practicar abortos y que parecen más herramientas arcaicas que instrumentos médicos.
Fiala califica de “auténtico drama” y de “escándalo” que en muchos países en desarrollo, por ejemplo en América Latina, el aborto siga restringido o penalizado, incluso en casos de violación.
Estas prohibiciones, explica, son la herencia de “antiguas leyes coloniales” que siguen vigentes en algunos países latinoamericanos y africanos, aunque hayan sido abolidas en los países europeos que las impusieron en el pasado.
Fiala también critica que los partidos políticos conservadores o la Iglesia católica “manipulen” el tema y se opongan al aborto argumentando que la sociedad está envejeciendo y que hacen falta más niños, o que el lugar de la mujer está en el hogar, teniendo hijos.
Aunque el aborto ya no es un tabú en Europa, como lo era antes, el médico austríaco opina que aún queda mucho camino por recorrer para normalizarlo en la sociedad.
Por ejemplo, critica que, con excepción de Suecia, en toda Europa se siga reconociendo el derecho de los médicos a negarse a practicar un aborto por razones ideológicas o religiosas.
“Si un doctor no quiere hacerlo (practicar un aborto), significa que no puede ser ginecólogo”, sentencia Fiala.