Legumbres enriquecidas contra la desnutrición infantil en África

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Cuatro de cada diez niños sufre desnutrición crónica en Ruanda, una cifra detrás de la que se esconden graves carencias que en el país africano están intentando remediar en parte cultivando judías enriquecidas con hierro.

La agricultora Iraguha Clementine, dirigente de una cooperativa de 25 personas en el distrito de Musanze, ha recibido el nuevo cultivo con los brazos abiertos.

Desde que lo han incluido en la dieta, las embarazadas se sienten más fuertes y sus hijos crecen mejor, según la mujer, que afirma a Efe que esos frijoles son “más nutritivos en comparación con otros” y han sido “muy bien acogidos por la comunidad”.

Tampoco oculta los beneficios económicos que les reportan. Si un kilo de judías convencionales cuesta en el mercado local unos 30 céntimos de euro, la variedad biofortificada que producen en grupo duplica ese precio.

En algo más de 3 hectáreas de terreno ven crecer la planta con rapidez y alto rendimiento, incentivos que han permitido introducirla en las áreas rurales, donde la anemia es endémica.

La alimentación deficiente de las futuras madres pone en riesgo la salud de los hijos. Un retraso en el crecimiento durante sus primeros mil días puede dejarles secuelas de por vida.

En Ruanda, el 38 % de los menores de cinco años padecen desnutrición crónica y, aunque el porcentaje ha bajado del 52 % que había en 2005, sigue siendo superior al 34 % de media en África subsahariana.

El hambre persigue aún al 41 % de los ruandeses, frente al 21 % en todo el subcontinente, según datos de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

“Ruanda ha realizado muchos progresos, manteniendo un ritmo de crecimiento del 8 % y triplicando su Producto Interior Bruto desde 1994 (fecha del genocidio), pero sigue siendo pobre y le cuesta reducir la malnutrición en el campo”, asegura Leslie Marbury, directora de la Agencia de Estados Unidos para el desarrollo internacional (USAID) en el país.

Las causas de la desnutrición infantil no son “fáciles de determinar” y hacen falta estudios para saber si es un problema de agua, higiene, dieta, educación o simple falta de dinero para comprar alimentos, sostiene.

En un viaje de prensa organizado por la representación estadounidense ante las agencias de la ONU con sede en Roma, Marbury destaca que están intentando aumentar los ingresos de los productores y mejorar la nutrición de la población local dentro de su programa “Feed the Future” (Alimentar el Futuro).

Durante tres años han apoyado con tres millones de dólares la producción y la distribución de judías enriquecidas -con más hierro del que ya tienen- facilitadas por el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT).

Desde su sede en Colombia, el director de la iniciativa HarvestPlus (en la que participa CIAT), Howarth Bouis, señala que la biofortificación de cultivos es una “forma barata y sostenible” de elevar el consumo de micronutrientes.

En todo el mundo se calcula que unos 2.000 millones de personas sufren la llamada “hambre oculta”, pues no absorben los suficientes minerales y vitaminas.

Bouis recalca que, para ese proyecto, eligen países donde se consumen mucho ciertos alimentos (en Ruanda ocurre con las judías) y se pueden diseminar variedades enriquecidas por métodos convencionales (nada de transgénicos) que han sido aprobadas por las autoridades.

De esa manera, también han elevado el nivel nutricional mejorando las cualidades genéticas de judías, arroz, yuca, maíz, mijo y patata dulce en otros países como la República Democrática del Congo, Nigeria, Uganda, Zambia, Bangladesh, la India y Pakistán.

Solo en África, el CIAT ha contribuido a repartir más de 550 nuevos tipos de frijoles desde 1996.

A pesar de los beneficios reflejados en algunas encuestas, como el aumento de la capacidad física y mental de las mujeres que toman judías enriquecidas con hierro, Bouis reconoce que la dieta debe ser más diversa, con más nutrientes que los que puedan aportar unos pocos cultivos, informa Efe.

“Ojalá pudiéramos dar todo en una pastilla”, dice con sorna, a sabiendas de que se necesita mucho más para una buena alimentación.