El deseo de cambio de los brasileños y el fuerte rechazo al izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) han aupado a la Presidencia al ultraderechista Jair Bolsonaro, un firme defensor de los valores tradicionales que se ha valido de las redes sociales para conquistar su victoria.
Con un lenguaje directo y simple, una agenda centrada en la seguridad pública y un discurso repleto de críticas al PT, el capitán de la reserva del Ejército ha pasado en cuestión de meses de ser un diputado de “bajo clero”, conocido por sus declaraciones incendiarias, a vencer las elecciones más turbulentas de Brasil.
A pesar de sus casi 30 años como legislador, Bolsonaro ha capitalizado el descontento de los brasileños con la clase política y especialmente con el PT después de 13 años de Gobierno de izquierdas, los últimos de ellos marcados por un grave escándalo de corrupción y una crisis económica sin precedentes.
Jair Messias Bolsonaro, de 63 años, se situó desde el comienzo en las antípodas del encarcelado expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, y ha conseguido reunir bajo su paraguas a los detractores del político más amado y odiado de Brasil.
“Brasil no es una facción criminal para ser comandada desde dentro de la prisión”, ha reiterado Bolsonaro, en referencia a la influencia que Lula ha tenido desde la cárcel sobre su sucesor en la disputa electoral, Fernando Haddad, quien perdió con el 44 % de los votos, once puntos porcentuales menos que el presidente electo.
En medio de la ola conservadora que vive Brasil en los últimos años, Bolsonaro ha incluido la doctrina bíblica entre sus banderas y ha defendido a capa y espada la “familia tradicional”, un mensaje que le otorga un firme respaldo de las influyentes iglesias evangelistas en Brasil.
A su victoria también ha contribuido una estrategia de campaña alejada de los métodos tradicionales y que ha apostado todas sus fichas en las redes sociales, especialmente desde que recibió el alta tras sufrir una puñalada el pasado 6 de septiembre cuando era cargado por una multitud en un mitin en la ciudad de Juiz de Fora.
“Si no fuese por Facebook, Twitter y otros medios sociales, hubiera sido cien veces más difícil para el populismo ascender, porque no conseguiríamos sobrepasar la barrera de los medios tradicionales. Trump consiguió hacer eso, Salvini y Bolsonaro también”, dijo en una entrevista publicada hoy por el diario Folha de Sao Paulo Steve Bannon, exasesor del presidente de EE.UU., Donald Trump.
En sus mensajes por las redes sociales ha alzado la bandera del “anticomunismo” y se ha presentado como la única alternativa para evitar que el PT regrese al poder y convierta al país en una “nueva Venezuela”.
Para ello ha apostado por un lenguaje coloquial y provocador y ha lanzado la imagen de un hombre campechano que desayuna todas las mañanas café de colador y pan con leche condensada.
Criticado por su falta de oratoria, Bolsonaro ha evitado los debates con su contrincante, aún autorizado por los médicos, y ha convertido su casa de Río de Janeiro en un “cuartel general” en el que ha recibido a sus correligionarios.
Desde allí ha rebatido cada una de las acusaciones en su contra bajo el eslogan de “fake news”, una estrategia similar a la empleada por Trump, por quien ha expresado admiración en reiteradas ocasiones y de quien recibió una llamada de felicitación tras su victoria.
Las masiva propagación de noticias falsas, especialmente a través de la aplicación de WhatsApp, ha enturbiado la campaña y, según un reportaje del diario Folha de Sao Paulo, podrían haber beneficiado a Bolsonaro.
El diario reveló que empresarios financiaron el envío masivo de mensajes falsos a través de WhatsApp para favorecer al ultraderechista, una acusación que llevó al Tribunal Superior Electoral a iniciar una investigación contra la campaña del líder del Partido Social Liberal (PSL).
Con el arma como seña de identidad, Bolsonaro también absorbió la insatisfacción de los brasileños ante la violencia que azota al país desde hace años y ha prometido un duro combate contra la delincuencia, con propuestas que van desde la reducción de la edad de responsabilidad penal de 18 a 16 años y de ciertos beneficios para los reclusos.
Nostálgico de la última dictadura militar, Bolsonaro ha conseguido reunir el voto de personas que se dicen críticas con su historial de declaraciones de corte machista, racista y homófobo, pero que están desilusionadas con los partidos tradicionales, cansadas de la corrupción y tremendamente resentidas con el PT, que lidera Lula desde la prisión. Efe