El periodismo en Colombia enfrenta múltiples amenazas que van del narcotráfico a los ataques a su credibilidad, afirma el director de El Espectador, Fidel Cano, 30 años después del atentado terrorista contra las instalaciones del emblemático diario bogotano.
“La amenaza tan directa del narcotráfico en contra del Estado en general y en contra del periodismo es un poco más sutil hoy en día sin que deje de existir”, aseguró Cano en una entrevista con Efe.
Al amanecer del 2 de septiembre de 1989 un camión bomba cargado con dinamita hizo explosión al lado de las instalaciones de El Espectador, atentado que causó heridas a numerosas personas y destruyó parcialmente las instalaciones del periódico.
El ataque fue un intento más del capo Pablo Escobar de doblegar a El Espectador y a la familia Cano por su lucha frontal contra el narcotráfico y su poder corruptor, pero la respuesta del diario fue la portada de la edición del día siguiente, hecha sobre las ruinas del periódico: “¡Seguimos adelante!”.
“Fue como nacer y morir en unas pocas horas o (mejor) morir y volver a nacer en unas pocas horas”, recuerda Cano, miembro de una dinastía de periodistas que comenzó con su bisabuelo Fidel Cano, fundador en marzo de 1887 de El Espectador y de quien heredó no solo la vocación sino también el nombre.
El periodista recuerda que el día de la bomba, cuando llegaron al edificio, “todo parecía perdido, parecía que finalmente habíamos perdido esa batalla, que finalmente iban a ganar los que querían silenciar el periódico”.
Sin embargo, la determinación de directivos y empleados que no se habían doblegado con los asesinatos de su director, Guillermo Cano, el 17 de diciembre de 1986; del periodista y abogado del caso, Héctor Giraldo Gálvez (29 de marzo de 1989), y de otros miembros de El Espectador, fue no ceder al terrorismo del narcotráfico.
Todos se pusieron entonces manos a la obra para limpiar el diario de escombros y Cano considera que haber “logrado armar un espacio de trabajo y que al día siguiente hubiera salido ese periódico fue un renacer y realmente impulsó a El Espectador a seguir hacia adelante”.
“Yo creo que si en aquel momento no hubiese salido el periódico del día siguiente hubiera sido una derrota para el país muy fuerte”, dice con convicción.
Cano recuerda el oscuro año de 1989 como “una época terrible en Colombia” no solo por los asesinatos de periodistas y ataques a medios sino también contra las instituciones, que se cobraron muchas vidas valiosas que hoy sirven de inspiración para no bajar la guardia en su lucha por un periodismo independiente y de calidad.
“Obviamente que la presión sigue, la criminalidad sigue, el narcotráfico sigue muy poderoso en este país”, afirma, y agrega que hay además “otro tipo de amenazas”, como la de cuestionar su credibilidad como medio de comunicación.
En su opinión, “esa es otra de las formas sutiles de ataque contra el periodismo, el tratar de igualarnos a las ‘fake news’ (noticias falsas)” para decir “que somos todos mentirosos y que no cumplimos nuestra labor; eso es un ataque frontal orquestado para desprestigiar al periodismo”.
Detrás de esos ataques está “la criminalidad” pero también distintas formas del poder porque “cuando el periodismo se hace bien incomoda y siempre habrá presiones de todo tipo”.
“El periodismo en general tiene muchas amenazas hoy en día y eso cubre a El Espectador y a muchos otros medios, comenzando por los ataques a la credibilidad que vienen además desde los gobiernos y desde los políticos en general”, sentencia.
Las presiones “más sutiles”, insiste, “están más en las regiones, más a nivel de los periodistas que son menos visibles, cuando en aquella época era un ataque frontal contra la existencia del mismo medio y contra los directores”.
Y al hablar de las regiones es imposible no tocar el tema de los asesinatos de centenares de líderes sociales, un problema grave que se vive principalmente en esos lugares apartados de los centros de poder.
“Es terrible, eso es una tragedia para una sociedad, para un país, que las personas que están protegiendo sus regiones, que están luchando por la igualdad, por las tierras, por el medioambiente estén siendo eliminadas”, manifiesta.
El periodista, siempre crítico y neutral con el poder, considera que en parte eso sucede “porque el Estado no llegó a esas regiones” que quedaron a expensas del crimen organizado, principalmente después de la firma de la paz entre el Gobierno y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en noviembre de 2016.
“Eso es una tragedia que debemos tener presente en todo momento en este país para que no se vuelva paisaje, como a veces sucede”, dice.
Cano tampoco esconde su desazón con el rumbo del acuerdo de paz, defendido con vigor desde las páginas del diario, y especialmente con la implementación, que considera “no se planeó suficientemente desde el comienzo”.
“No lo digo solamente por el Gobierno actual, creo que el Gobierno anterior se quedó también sólo en la firma, en el reconocimiento y en el Nobel (del entonces presidente Juan Manuel Santos) y no fue realmente serio, digamos, en plantear la implementación”, afirma.
Sus posiciones, siempre en defensa de los principios liberales -como es la filosofía de El Espectador desde hace 132 años-, de la paz, la democracia, contra el narcotráfico y la corrupción, le han costado al diario muertes, ataques, amenazas y persecuciones, pero Fidel Cano considera que como el día de la bomba, hay que seguir adelante.
“Yo sí creo que ha valido la pena, El Espectador sigue siendo una voz diferente, una voz importante, sobre todo alejada de los poderes y que le ha servido a este país. No quiere decir que todo el mundo esté de acuerdo con El Espectador pero es una voz que enriquece los debates, que es transparente en sus batallas y eso creo que le sirve a una sociedad”, concluye. Efe