Macondo es verde, marrón y naranja y en su aire flotan los pescaditos de oro de Aureliano Buendía, aunque también podrían ser lágrimas… Es la lectura que medio siglo después de su publicación hace de “Cien años de soledad” una edición ilustrada con la participación del hijo de Gabriel García Márquez.
Realismo mágico, auge latinoamericano, volcán de imágenes…”Cien años de soledad” está vinculado a todas esas etiquetas desde su publicación hace, mañana, cincuenta años y, gracias en parte a que es lectura obligada en muchos institutos, sigue cosechando cada generación a nuevos lectores, fascinados por su cercanía, su magia y su apabullante y universal denuncia de la desigualdad.
A España llegó el mismo 1967, un año en el que la industria editorial alcanzó el máximo de obras nuevas publicadas en esa década, tras la “desaceleración” de la censura del régimen de Francisco Franco, que permitió la entrada de autores latinoamericanos como Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa o José Donoso.
Penguin Random House celebra ahora la efeméride con una edición 50 Aniversario en cartoné y lomo de tela e ilustrado por la chilena Luisa Rivera (“Pimpinela escarlata” o “Me crece la barba”) y con la colaboración de Gonzalo García, hijo de García Márquez, que se ha ocupado de la tipografía.
La ilustradora, que reside en Londres, explica en una entrevista con Efe que el proyecto se lo propuso la editorial y que a ella le encantó porque es “fan total” del texto, por no hablar de que su trabajo “tiende” al realismo mágico.
La primera vez que leyó la novela, relata, estaba todavía en el colegio y fue “toda una sorpresa porque todo era muy orgánico y cercano, a pesar de las extrañezas del realismo mágico”.
Años después volvió al libro y le maravilló que una obra tan compleja pudiera leerse “en tantas etapas de la vida”. Para esta edición, que incluye un árbol genealógico, lo ha leído de nuevo aunque esta vez con ojos de artista.
Fue todo un reto porque en “Cien años de soledad”, subraya, ocurren cosas que escapan a la cotidianeidad y, por lo tanto, es un desafío dar vida a ese imaginario.
“Macondo -la población en la que transcurre la novela- es un espacio arquetípico y quería generar una propuesta que respetara eso, pero que a la vez fuera original y auténtica en relación a mi trabajo. Afortunadamente, el realismo mágico latinoamericano ha influido mucho mi obra, y eso hizo que me sintiera muy en casa trabajando con esta novela”, precisa.
Las escenas a ilustrar -un total de diez- las eligió con la editorial con la idea de darle un ritmo constante y que mostraran algo de cada una de las generaciones de los protagonistas, los Buendía, ya fuera a través de uno o de varios de los personajes.
En ese sentido, hay una mezcla de escenas icónicas como también otras menos exploradas, que brinda al libro una interpretación “más fresca y actual”, con un resultado que apela al público general y con sorpresas para todas las edades, como el troquelado que puede ser lo mismo “lluvia, que lágrimas, que pescaditos”, reseñó Efe.
Está “muy feliz” con el resultado porque ha sido “un trabajo colectivo” y es “un honor inmenso” que sus ilustraciones “puedan acompañar a Gabo y a su obra: ¡Sigo sintiendo que es un sueño!”, exclama.
“Cien años de soledad”, que lanzó la Editorial Sudamericana de Buenos Aires, es la profecía que hace uno de los personajes de la novela a su estirpe y llega a la mitad de su título sin que haya dejado de ser en todo este tiempo uno de los libros más importantes del siglo XX en compañía de millones de lectores de todo el mundo.