“Tener una agenda supone tener un plan, no tenerla es navegar por cuenta de ocurrencias y lo circunstancial”.
Solo uno de cada diez personas dedicadas a la política tienen una agenda, eso explica por qué los proyectos muchas veces no van a ninguna parte y se someten a apagar incendios, priorizar lo urgente y dejar de lado lo importante.
Dependen del clima, de la ausencia de preparación, de las conexiones, del estado de ánimo, de talentos contratados a partir de la intuición y de tercerías inestables cuyos acuerdos son temporales y poco duraderos, en términos generales, por estar a expensas del azar no consiguen hacer.
Semanas enteras ocupa a un equipo preparar un partido que dura minutos, esa misma planificación y optimización del tiempo, debe asumirse en cualquier proyecto político, algo que cuesta entender a los que en medio del ruido resuelven lo primero que se les cruza por delante.
Llegan tarde o no van, cancelan la mitad de sus citas, no agradecen deferencias así sea por intermedio de un tercero, tienen muchas ocupaciones de vida y se vale, quieren hacerlo todo y se distraen con nada, enfocan sus decisiones a cualquier consejo; todo está en manos de la suerte y el olfato que tanto daño le hace a un escenario cargado de hostilidad.
A cualquier solicitud que puede o no ser desproporcionada le dicen que si con tal de quitarse de encima un compromiso, están aturdidos e incluso muchas veces su capacidad mental se atrofia por cuenta de un excesivo escenario de información que para ser manejado requiere organización.
Algunos aseguran que olvidaron lo dicho en campaña y puede ser, pero es justo ponernos en su lugar para tratar de entenderles, no es fácil: “hacer política y conseguir adeptos, representa moverse en medio de la adulación, la coba, la salamería y la torpeza de los que cercanos al poder, ven en los demás un riesgo constante para sus intereses”.
Está claro, el que busca a un ser humano dedicado a la política, por lo general necesita algo, quiere un beneficio, esa es la cuestión, cada uno tiene prioridades y ahí está una de las razones por las que casi nada funciona bien.
“Tener una agenda supone tener un plan, no tenerla es navegar por cuenta de ocurrencias y lo circunstancial”.
Por: Freddy Serrano Díaz
Estratega Político