En una burbuja, asi viven algunos mandatarios que por ego, terquededad, vanidad, ausencia de interlocutores adecuados y falta de información, insisten en ir en contravia de lo que quiere la gente.
A la fuerza imponen medidas, desarrollan acciones incluso por encima de la ley, no escuchan a nadie, cuando tienen escándalos propios los minimizan y lo más simpático, se sienten dueños eternos del número de votos obtenidos en su elección democrática.
Son pocos los que mantienen o incrementan su popularidad y esto solo ocurre cuando hay entendimiento, le cumplen a la gente y hacen evidente que sus gobiernos son estables, es decir: no están cambiando una y otra vez a los integrantes incidentales de equipos frágiles que dependen del curso del viento.
Somos humanos y por consiguiente erráticos, ahora, hay desaciertos desproporcionados, algunas personas durante su paso por el poder creen que están en capacidad de garantizar la sucesión de sus elegidos y lo peor, creen que pueden convocar elecciones para preguntarle a la gente el camino tomar, es sencillo, “pueden llorar”, si se rompe la confianza se acaba el cariño.
Sacar manifestantes a la calle, hacer activismo digital y apuntarle a las arengas populistas cargadas de bonitos mensajes, no basta, esto estratégicamente es activar la percepción de respaldo, pero en las calles, es a otro precio, la gente de a pie comienza a aburrirse y eso no lo compone casi nadie.
Todo lo que dicen se parece a lo que muchos quieren oír, el asunto es que el mundo de hoy no vive ni de ilusiones, ni de sueños, ni de promesas; la realidad ha logrado derrocar al populismo gracias a la desconfianza que desafía ideologías, construyendo el reto de los que escuchan más y hablan menos.
Por: Freddy Serrando Díaz
Estratega Político
