Hacer que la democracia sea más atractiva y comprensible, buscar puntos de acuerdo y fomentar la colaboración representan el reto de promover la educación y la alfabetización política.
Los autoproclamados líderes de hoy siguen sin entender cuán necesario resulta mejorar el lenguaje político para promover la comunicación efectiva, la transparencia y restaurar la confianza entre la gente.
Claridad, precisión, autenticidad, honestidad, respeto, civismo, formular propuestas concretas y saber escuchar hacen parte de los atributos que hoy espera el elector, ese que está cansado del rampante desacierto de aquellos que han perdido la cordura amparados en la premisa: “TODO SE VALE”, con tal de mantener la atención.
Hacer que la democracia sea más atractiva y comprensible, buscar puntos de acuerdo y fomentar la colaboración representan el reto de promover la educación y la alfabetización política, algo que desconocen “chabacanes” habladores de todo y de nada.
Parece imposible; en realidad no lo es. Se trata simplemente de mejorar la calidad del lenguaje en el entorno de una cultura de comunicación más útil y respetuosa en la política.
Si tan solo moderamos la grosería que invita desafíos sin espectadores y auspiciamos dinámicas diferenciales, va a ser muy cautivador retornarle la confianza al votante, ese que desprevenido perdió su atención por una cotidianidad lógica, donde todo lo suyo es más importante que una guerra entre parlanchinas comadres.
Para devolverle la dignidad al ejercicio constructivo de la democracia, debemos desligar la rivalidad que alimenta una “guerra sin armas”, terminar con la insolente postura de protagonistas pasajeros, cuyo show, al final del día, se enfría por no tener replicadores permanentes.
Desde una ventana siempre habrá curiosidad por una disputa callejera; sin embargo, su atención se perderá cuando nos ocupamos de nuestra cotidianidad, esa de la que debe ocuparse la atención de los verdaderos líderes.
Por: Freddy Serrano Díaz
Estratega Político





