La desnutrición infantil en varias regiones de Mali, donde está muy extendida, no se debe a la escasez de recursos, sino más bien a costumbres culturales profundas y a malas prácticas que impiden una correcta alimentación de los niños.
Esta es la paradoja que pone de relieve Marietta Mounkoro, responsable de nutrición de Unicef en la región de Sikasso, en el extremo sur maliense, donde este organismo de la ONU abrió una oficina hace más de cuatro años.
En Sikasso (18 % del territorio maliense y con 3,15 millones de habitantes), como en otras regiones de Mali y del continente africano, coexisten una situación de relativa riqueza de recursos, pues la región es la más rica del país en alimentos, y las mayores tasas de desnutrición infantil a nivel nacional.
Una primera causa, según explicó Mounkoro, es que los agricultores locales prefieren destinar sus campos a cultivos como el algodón para venderlo a las empresas.
Y cuando destinan algunos terrenos al cultivo de alimentos, como el maíz o el arroz, prefieren vender la cosecha entera porque tienen otras prioridades, como comprar una moto mejor o casarse con otra mujer, reporta Efe.
Asumiendo que las mujeres administran mejor la cuestión alimentaria, las comunidades, animadas por Unicef, han empezado a dar una parte de sus tierras colectivas a grupos exclusivamente formados por mujeres.