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El estrés durante la adolescencia no solo empeora y dificulta el aprendizaje y la memoria durante esa etapa de la vida, sino que aumenta los episodios de ansiedad durante la edad adulta.
A esa conclusión llegó un equipo de investigadores del Instituto de Neurociencias (un centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas español y de la Universidad Miguel Hernández de Alicante -este de España-), un hallazgo que abre la puerta a nuevas pautas de intervención terapéutica cuando se detecta de forma temprana ese problema.
Los investigadores, que publicaron los resultados de la investigación en la revista científica Neurobiology of Stress, han comprobado que los ratones sometidos a estrés en la pubertad muestran una tasa de aprendizaje más lenta.
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Han demostrado además los científicos que es la capacidad de recuperación de una hormona (la corticosterona) y no la cantidad de esa hormona lo que predice el grado de alteración del aprendizaje que se experimenta en la edad adulta.
Los nuevos descubrimientos allanan el camino a nuevos estudios que contribuyan a identificar los mecanismos tanto de vulnerabilidad como de resistencia a los traumas tempranos.
“Los efectos de programación del estrés temprano podrían necesitar un período de incubación capaz de revertirse en cerebros jóvenes y más plásticos, pero no durante la edad adulta”, según la investigadora Cristina Márquez, directora del laboratorio de Circuitos Neuronales de la Conducta Social del Instituto de Neurociencias en Alicante.
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La investigadora precisó, en una nota difundida hoy por el CSIC, que la detección temprana de los individuos vulnerables al estrés podría haber abrir una oportunidad para que la intervención terapéutica en la adolescencia evite el curso natural hacia la psicopatología y las deficiencias cognitivas.
En la investigación participó el laboratorio de Genética del Comportamiento del Instituto Cerebro y Mente de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza), dirigido por la investigadora Carmen Sandi.
El trabajo concluyó que las alteraciones observadas a largo plazo no se deben a los efectos prolongados del estrés durante la adolescencia, sino a una maduración diferente de las vías de regulación del estrés como resultado de experiencias estresantes repetidas. EFE