Nueve exguerrilleros de las Farc empuñan los remos y en cuatro coloridas balsas embarcan a un grupo de visitantes para realizar un vertiginoso descenso por las turbulentas aguas del río Pato, en medio de la tupida selva verde del sur de Colombia.
Los excombatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) cambiaron sus armas, trajes de combate y mochilas con 50 kilos de peso por cascos de seguridad y chalecos salvavidas, como parte de un proyecto para atraer turistas a la jungla donde lucharon contra el gobierno por más de 50 años.
El proyecto forma parte del proceso de reintegración a la sociedad de algunos de los 13.000 integrantes de la otrora guerrilla de las FARC, incluidos más de 6.000 combatientes, que se acogieron al acuerdo de paz firmado en 2016 con el gobierno para acabar un conflicto que dejó 260.000 muertos y millones de desplazados, además de huérfanos, viudas y mutilados.
“En el conflicto la situación en esta región era muy dura, toda la vida hubo plomo y bombas, todo el tiempo. Hoy en día ha cambiado mucho y viene mucha gente a ver las cascadas, la montaña, el río, hay tranquilidad, ya no suenan balas, no suenan bombas, todo es diferente”, dijo Duberney Moreno, de 34 años, 13 de los cuales fue guerrillero.
Moreno y otros ocho exrebeldes fueron entrenados 200 horas por dos instructores de Costa Rica y certificados como guías por la Federación Internacional de Rafting.
Además del descenso por el río, los visitantes a esta zona montañosa y selvática del departamento del Caquetá pueden hacer senderismo y avistamiento de fauna.
En el futuro se proyecta adecuar una infraestructura de alojamiento con una inversión de 20.000 dólares y vincular a otros exguerrilleros en la alimentación y el transporte de los turistas desde San Vicente del Caguán, el centro urbano más cercano, a dos horas por carretera en vehículos todoterreno.
PROCESO CLAVE PARA LA REINTEGRACIÓN
La reincorporación a la vida civil es considerada como un elemento fundamental para garantizar que los exmiembros de las FARC no regresan al campo de batalla con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), innumerables bandas criminales dedicadas al narcotráfico o los disidentes que se negaron a desmovilizarse.
La conservadora sociedad colombiana está dividida entre quienes apoyan y rechazan el acuerdo y la reinserción de los excombatientes que conformaron un partido político, mientras la implementación del pacto avanza lentamente.
Tras la firma del acuerdo de paz, muchos de los exintegrantes del grupo rebelde regresaron a sus lugares de origen para reunirse con sus familias, pero otros se quedaron en 24 zonas a lo largo y ancho del país, en donde han construido ciudadelas con un modelo comunitario con el que buscan sobrevivir en un país con una elevada pobreza y alto desempleo.
Actualmente, unas 5.000 personas que formaron parte de las FARC, como las 94 de Miravalle, viven en esos espacios y en sus alrededores. Con el apoyo del gobierno y la seguridad que les brindan las Fuerzas Militares y la Policía Nacional, desde allí impulsan proyectos de agricultura, ganadería, piscicultura, zapatería, ebanistería, confecciones y ahora turismo.
“Para nosotros es muy alentador ver estas iniciativas, porque son parte de la transformación de la vida de los excombatientes. Son estas iniciativas a las que hay que seguir apoyando, esto da confianza en el proceso de paz”, dijo Jessica Faieta, jefa adjunta de la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia, tras el recorrido de rafting.
“Estos proyectos son los que van a asegurar que los excombatientes que han dejado las armas sigan en su camino de la reincorporación y transformen su vida, sus fuentes de ingreso en actividades licitas y de beneficio para su comunidad”, agregó.
Los excombatiente en proceso de reincorporación han aportado parte de los recursos monetarios que recibieron en el momento de la desmovilización, a lo que se suman contribuciones de la comunidad internacional y del gobierno, que aprobó un presupuesto de 1,6 millones de dólares para casi 300 proyectos.