El Fondo Monetario Internacional (FMI) ratificó este lunes en la capital norteamericana el fuerte recorte en las previsiones de crecimiento de América latina para 2019, que pasó de 1,4% a apenas 0,6%, debido sobre todo a la debilidad que muestran algunas de las principales economías de la región y a las tensiones comerciales globales. Así mismo, esta organización reiteró la expectativa de un rebote suave en 2020, que sería de 2,3%.
Al presentar el capítulo regional del nuevo informe sobre las previsiones de la economía mundial (WEO, por sus siglas en inglés), el organismo multilateral también advirtió que los riesgos “para las perspectivas económicas continúan inclinados a la baja”, lo que podría modificar las previsiones para América latina.
En ese sentido, el FMI mencionó el posible impacto externo de “una nueva escalada de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, una desaceleración en las principales economías y condiciones financieras globales más restrictivas”.
A estos elementos deben añadirse los riesgos internos, “que incluyen un aumento de la incertidumbre de las políticas económicas, la reversión de reformas y desastres naturales”, según indicó el jefe del Departamento para el Hemisferio Occidental del Fondo, el economista mexicano Alejandro Werner.
El FMI había adelantado sus pronósticos una semana atrás, pero no había ofrecido detalles país por país. Este lunes, en una conferencia de prensa que ofreció en la sede del organismo, Werner confirmó las estimaciones regionales para este año y el próximo y avanzó en los números correspondientes a las principales economías de la región.
Así, para Argentina el Fondo indicó que “la economía está recuperándose gradualmente” luego de la recesión del último año y proyectó “que el crecimiento aumente a -1,3% en 2019 y a 1,1% en 2020 gracias al repunte de la producción agrícola y al restablecimiento gradual del poder adquisitivo de los consumidores”. La corrección del crecimiento del PIB para el año que viene en el caso argentino fue del 50%, ya que en su anterior estimación, en abril pasado, preveía un avance del 2,2%.
En Brasil el aumento del PIB será “moderado” este año, del 0,8%, pero se acelerará a 2,4% en 2020, “siempre que se apruebe una reforma robusta del sistema de pensiones, que retorne la confianza, que se recupere la inversión y que la política monetaria siga siendo acomodaticia”.
Werner también consideró “crucial para garantizar la sostenibilidad de la deuda pública” de la principal economía de la región que haya “una reducción continua del déficit presupuestario en los próximos años”.
“Para estimular el crecimiento potencial, Brasil tiene que llevar a cabo reformas estructurales decisivas, como por ejemplo en el ámbito tributario, de las privatizaciones, la liberalización del comercio y tomar medidas para hacer más eficiente la intermediación financiera”, señaló el economista del FMI.
Para Chile, el Fondo prevé “que el crecimiento permanezca robusto en 3,2% en 2019 y 3,4% en 2020, gracias a una orientación expansiva de la política monetaria y la anunciada aceleración de proyectos de inversión”, pero llamó la atención sobre “la debilidad reciente en la actividad económica y las exportaciones”.
En el caso de Colombia, “se proyecta que la recuperación continúe en 2019 a pesar del adverso ambiente externo”, afirmó Werner. “La política monetaria acomodaticia, el gasto efectuado por los gobiernos subnacionales en un año de elecciones, la migración desde Venezuela, la ejecución de los proyectos de infraestructura 4G y el efecto positivo de las recientes reformas tributarias impulsarán la demanda interna y elevarán el crecimiento a alrededor de 3,5% en 2019-2020”, añadió.
Perú, por su parte, también tuvo una modesta revisión “a la baja” en las previsiones de crecimiento, a 3,7% este año. Según indicó este lunes el Fondo, “los riesgos a la baja continúan siendo importantes, incluyendo menores precios de las materias primas, las continuas tensiones comerciales y una escasa ejecución de la inversión pública”. Pero el organismo de crédito proyectó para el mediano plazo un crecimiento estable en torno al 4,0%, “con una sólida demanda privada contrarrestando el efecto de la consolidación fiscal gradual”.
En cambio, la situación en Venezuela seguirá deteriorándose, según el FMI. El PIB caerá un 35% en 2019, con una contracción acumulada superior al 60% desde 2013, y se espera que la hiperinflación continúe y se intensifique la emigración. Para fines de este año serán más de 5 millones los migrantes venezolanos, un éxodo que “está teniendo considerables repercusiones en otros países de la región”.
En México, según indicó Werner, “el crecimiento fue revisado a la baja, a 0,9% en 2019, debido a un menor dinamismo y a la fuerte incertidumbre en torno a las políticas económicas, aunque se espera que repunte a 1,9% en 2020 conforme se normalicen las condiciones”. El economista destacó la necesidad de que el país cumpla con sus metas de déficit fiscal en 2019 y se apruebe “un presupuesto prudente” para 2020. “Para promover el crecimiento potencial de México a mediano plazo, sigue siendo vital impulsar reformas estructurales que fomenten la productividad”, resaltó en su informe.
Por su parte, los países de América central seguirán experimentando crecimiento económico, aunque con algunas revisiones a la baja para 2019 en Costa Rica y Panamá, “debido a una actividad más débil de lo previsto en lo que va de este año”, informa .
“Guatemala se está beneficiando de un impulso fiscal, en tanto que Honduras sigue viéndose afectada por términos de intercambio desfavorables. En El Salvador, el crecimiento sigue estando impulsado por la inversión, mientras que las persistentes tensiones políticas en Nicaragua están frenando significativamente la actividad económica en ese país”, detalló Werner.
Al hacer un balance general, Werner observó que “la consolidación fiscal sigue siendo una prioridad en muchos países de la región en vista de los altos niveles de endeudamiento público”. Esta situación, agregó el economista del FMI, “probablemente moderará el crecimiento, pero el efecto contractivo puede mitigarse protegiendo la inversión pública y los gastos sociales bien focalizados, y elevando la recaudación de ingresos y recortando el gasto no prioritario”.