Recién cumplidos los dos primeros años de la firma de la paz, la reinserción de los miembros de la antigua guerrilla de las Farc es “difícil y complicada”, aunque sus mujeres se están organizando para sacar adelante proyectos “de género” que van de los productivos a los políticos o deportivos.
Es el caso de Yorladys Jiménez y Elsy Palacios, dos jóvenes que formaron parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y que hoy integran el partido político en el que ha derivado la guerrilla, la Farc y de la que ha heredado las mismas siglas, la Farc.
Ambas viven en Quibdó, capital del Chocó, una de las regiones más castigadas por la pobreza y el conflicto armado que inició su fin el 24 de noviembre de 2016 con la firma del acuerdo definitivo de paz.
De ahí que el Chocó sea uno de los departamentos que Manos Unidas ha priorizado -junto a los del Cauca y La Guajira- para desarrollar sus proyectos, centrados en el desarrollo de las minorías étnicas (afrodescendientes e indígenas) y pequeño campesinado.
Desde esa fecha, muchos de los excombatientes buscan su reinserción entre las comunidades rurales; la de Yorladys y Elsy es la de La Troje, que con más de 400 años es una de las más antiguas de esta región del oeste colombiano.
Elsy era menor de edad -no recuerda si contaba con “14, 15 ó 16 años”- cuando comenzó a “hacer colaboraciones e integraciones en las comunidades” de las Farc.
Su papel, subraya, “no era activo”, sino que ayudaba “cuando se requería la ayuda en reuniones y ese tipo de cosas, convocando a mujeres, niños y sociedad civil para integraciones”.
Hoy trabaja con otras 34 mujeres “el tema de género para ayudarlas en su liberación” con programas que ellas mismas han emprendido porque, dice, “el conflicto ha empezado de nuevo” y ellas “están siendo subyugadas por los hombres”.
Pero “la reinserción ha sido un poco complicada porque se dijeron muchas cosas en el proceso de paz que no han sido completadas hasta el momento”, afirma esta joven de 24 años, quien asegura sentirse “de una u otra forma víctima de la violencia y de la guerra que se ha vivido aquí en Colombia“.
Yorladys, que hoy tiene 31 años, quiso “seguir el camino” de su hermana, aunque a diferencia suya, ella no perteneció “a las filas” de las Farc, sino que se quedó en la “parte política”; de hecho, hoy sigue formando parte del partido del mismo nombre.
Pero desaparecida la guerrilla, la “aceptación” de los que fueran sus miembros está siendo “muy difícil”.
Incluso “en alguna ocasión se metieron en las oficinas del partido”, afirma.
Sucedió a principios de año, estando ella embarazada, un grupo de hombres armados asaltó su sede, aunque “gracias a Dios no hubo daños personales, solo se llevaron algunas pertenencias”.
Ahora, Yorladys está trabajando con otras 34 compañeras para “organizar a las mujeres para los proyectos” de los cuales el más inmediato es el de un cuarto frío para pescados y carnes “para los barrios más vulnerables de la zona norte”.
También realizan programas de carácter deportivo y ya han celebrado jornadas “lúdico-culturales con los niños”.
Su marido, Antonio Angulo, formaba parte del frente 34; dos años después de la consecución de los acuerdos de paz, celebra “haber iniciado un proceso de negociación con el Estado colombiano porque la prolongación de la guerra hubiera significado muchas más muertes”, concluye. Efe