Por: Víctor Manuel Salcedo – Representante a la Cámara
“El que mucho abarca poco aprieta”, “a la fuerza ni los zapatos entran”. Refranes colombianos que describen lo que hoy se vive en el Congreso de la República con una agenda legislativa ambiciosa, que para ponerlo en perspectiva busca reformar en tres meses modelos que con aciertos y desaciertos llevan aplicándose durante décadas.
No son temas menores, ni mucho menos irrelevantes, la intención de reformar el sistema de salud, el sistema pensional, las reglas de juego en las relaciones laborales, implementar una política de paz total, aprobar el Plan Nacional de Desarrollo, crear una política de humanización carcelaria, sin olvidar la reforma política, plantean un reto mayúsculo, sobre todo en cuanto a la necesidad de una deliberación suficiente, seria y responsable así como la socialización en los territorios que también requiere de tiempo, para escuchar y entender de fondo las necesidades ciudadanas.
Legislar entonces, implica la acción conjunta de importantes actividades que no se pueden pasar por alto, y que por el contrario, requieren de un análisis amplio y profundo en el que participen todos los actores que, con su conocimiento y experiencia, puedan aportar a los innegables cambios y mejoras que exigen asuntos vitales, como por ejemplo la garantía del derecho fundamental a la salud.
A los proyectos presentados por el gobierno nacional se le deben sumar los 100 proyectos que están en tránsito desde el periodo pasado y que también requieren debate, análisis y discusión, los debates de control político y mociones de censura ya anunciados y previstos para este periodo, los cuales no se pueden postergar, menos al tratarse de una importante función del legislativo dentro del sistema de equilibrio de poderes.
En total en el periodo comprendido del 20 de julio de 2022 al 16 de diciembre de 2022 se radicaron 333 proyectos, 311 de origen congresional, 19 de origen gubernamental, 1 por parte del defensor del pueblo y 1 por parte del Consejo Nacional Electoral.
Bajo este panorama, las sesiones extras citadas desde el 6 de febrero, no tuvieron nada extraordinario, no cumplieron con el objetivo, de adelantar las ponencias y los debates de los proyectos presentados con mucha fiesta y entusiasmo.
Ahora bien, la influencia de la opinión pública, el contexto de un año electoral, la cada vez más agitada agenda noticiosa y digital de Colombia y la configuración de fuerzas en el Congreso, no otorgan una perspectiva demasiado entusiasta para el trámite de proyectos de gran envergadura.
Como vemos, el Congreso se encuentra frente a un momento de grandes retos y desafíos, el cual deberá asumir con profesionalismo para no cargar con la responsabilidad absoluta de un plan de gobierno que le está apostando a una agenda legislativa demasiado ambiciosa, y que pretende sea tramitada en un muy corto tiempo, probablemente sin el suficiente y necesario debate exigido por la Corte Constitucional. Sea este un llamado a buscar no solo los mayores, sino los mejores cambios para un país que votó por una transformación social. Un buen legado de gobierno es posible, pero no limitando aprobaciones a un par de meses; si las discusiones requieren más tiempo, estas deberían garantizarse.